En cuanto tenemos ocasión, nos gusta presentaros algún informe, artículo o documento que trate sobre temas educativos y que pueda ser de vuestro interés.
Os dejamos a continuación uno publicado recientemente en el periódico "El País" y escrito por José Antonio Marina, filósofo y pedagogo, autor de Despertad al diplodocus (Ariel) y Objetivo: generar talento (Conecta). Trata sobre Educación y Profesorado. Es muy interesante lo que habla sobre la Ley de Revansy sobre el Objetivo 5-5-5.
Esperamos que os resulte interesante.
"Todos los países están en estado de emergencia educativa.
No sólo los que tienen una escuela de baja calidad, sino también los
que la tienen excelente. Todas ellas están sometidas a la ley de Revans:
“Para sobrevivir, un sistema educativo debe aprender al menos a la
misma velocidad con la que cambia su entorno”. Nuestro entorno lo hace
aceleradamente. El futuro comienza a describirse con el acrónimo VUCA
(vulnerabilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad, en inglés).
Esto nos ha introducido en la sociedad del aprendizaje, en la que todos
—individuos, instituciones y la sociedad en su conjunto— vamos a tener
que seguir aprendiendo continua y eficientemente.
Es significativo que el último libro de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, se titule La creación de la sociedad del aprendizaje,
y dedique sus primeros capítulos a hablar de pedagogía. También lo es
que la palabra empleabilidad comience a ser sustituida por el término learnability,
la capacidad de aprender. Las empresas necesitan gente capaz de
aprender continuamente. Esta situación es la que nos sitúa en estado de
emergencia educativa, a la que los Gobiernos responden imponiendo
continuas reformas.
En Política educativa en perspectiva 2015,
la OCDE estudia 450 reformas educativas, parciales o totales, llevadas a
cabo entre 2008 y 2014, con desigual fortuna. Se empieza a pensar que
tenía razón Doug Ross, secretario de Empleo y Formación del Gobierno de
Bill Clinton, cuando hace años sentenció: “Los nuevos pobres serán
aquellos que no puedan o no quieran aprender”.
En este escenario, estamos ya presenciando una carrera entre grandes
corporaciones para hacerse con lo que ya se avizora como el próximo
negocio del trillón de dólares: la formación. Tal presión fuerza a los
sistemas de enseñanza públicos a aumentar su conocimiento y calidad.
Todos los estudios fiables nos dicen que el factor determinante de la
calidad de un sistema educativo es la calidad de sus docentes. No es el
único: le siguen la calidad de los equipos directivos, la autonomía de
los centros y la colaboración con las familias.
Pero el protagonismo del profesorado está universalmente aceptado.
Hace unos meses, el ministro de Educación me pidió que elaborara un Libro Blanco sobre la profesión docente.
Con un equipo de expertos y la colaboración de más de 1.000 personas y
colectivos, elaboramos una serie de propuestas para convertir a la
profesión docente en una carrera de élite. La sociedad encomienda a la
escuela cada vez más responsabilidades. Podríamos negarnos a aceptarlas,
pero lo sensato es reclamar las ayudas necesarias para poderlas
atenderlas bien. Por eso, propusimos fortalecer la formación inicial con
la implantación de un MIR educativo que incluyera dos años de formación
práctica, trabajando ya en escuelas seleccionadas, bajo la tutorización
de docentes especialmente preparados.
Hay que reducir el abandono escolar y elevar el número de alumnos que siguen la secundaria posobligatoria
No se trata sólo de formar bien a los nuevos profesores, sino de
mantener esa formación a lo largo de toda su carrera profesional.
Además, parece conveniente considerar que el gran agente educativo es el
centro, lo que hace necesario que los docentes sepan colaborar,
elaborar proyectos compartidos, convertir el centro en una organización
que aprende. Para conseguirlo, es también necesario mejorar los equipos
de dirección, establecer canales de cooperación con las familias más
fluidas que ahora, y también rediseñar el cuerpo de inspectores.
Es cierto que la escuela no es el único factor que influye en el
éxito educativo de nuestros alumnos. Estudios solventes indican que el
origen socioeconómico determina el 50% de los resultados escolares. Por
eso, una parte importante de las reformas educativas deben ir
enderezadas a apoyar a las familias en peores condiciones económicas.
Para muchos niños, la escuela es el único ámbito protector que pueden
disfrutar. Las escuelas deben ser centros de irradiación que atraigan y
dirijan esfuerzos sociales para ayudar a sus alumnos. Un reciente
estudio publicado por WISE (World Innovation Summit for Education)
indica que es necesario un nuevo tipo de líderes escolares y de
políticas públicas para movilizar y dirigir los esfuerzos sociales a
favor de niños y adolescentes.
Creo que en España nuestra política debe ir dirigida a conseguir lo
que he llamado Objetivo 5-5-5. Convertir nuestro sistema educativo en un
sistema de alto rendimiento en cinco años, con un presupuesto del 5%
del PIB (ya sé que sería mejor el 7%, pero el 5% lo hemos tenido ya y es
viable para nuestra economía actual), y cumpliendo cinco metas
educativas:
- reducir el abandono escolar al 10% y elevar al 85% el número de alumnos que siguen educación secundaria posobligatoria. Ambos son objetivos señalados por la UE;
- subir 35 puntos PISA. Este indicador no es perfecto, pero nos permite hacer comparaciones interesantes;
- aumentar el número de alumnos excelentes, y reducir la distancia con los peores;
- ayudar eficazmente a niños con dificultades de aprendizaje y con altas capacidades, para lo cual es necesario fortalecer los departamentos de orientación
- introducir en los currículos las nuevas destrezas para el siglo XXI. No sólo es importante conocer, sino saber utilizar lo que se conoce.
¿Vamos a conseguir esos objetivos? No, a menos de que se establezca
un pacto por la educación, en el que participen todos los partidos y los
agentes sociales implicados. Se trata de actualizar el pacto
constitucional sobre educación, recogido en el artículo 27 de la
Constitución, aprendiendo de la experiencia de estos años. Los autores
de la Carta Magna llegaron a un acuerdo mediante el recurso de aplazar
las discrepancias, que serían resueltas por leyes ordinarias. Esto ha
dado lugar al baile legislativo en educación que todos lamentamos.
Necesitamos estabilidad porque los planes educativos necesitan tiempo
para funcionar. En este momento, el mismo equipo que redactó el Libro
Blanco sobre la profesión docente está redactando unos Papeles sobre el
pacto educativo, haciendo acopio de toda la documentación que puede
facilitar la tarea de quienes deben firmarlo. Hay muchas cosas claras y
algunos puntos que hay que solucionar.
Para antes de las elecciones, nos hemos atrevido a presentar a los
partidos políticos una hoja de ruta para una nueva ley educativa. Tiene
tres fases y cada una de ellas exige concesiones a los partidos, pero
también les ofrece oportunidades. Son las siguientes: mantener vigente
la LOMCE como ley de transición, con algunos aspectos negociados con la
oposición; elaborar un pacto educativo en el plazo máximo de seis meses,
y, a partir de ese pacto, redactar una ley de educación que sirva al
menos para una generación.
La ruta nos parece clara, lo malo es que no hay camino hasta que no se quiere andar por él."
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